viernes, 11 de septiembre de 2015

EL COLE!!

Cuatro días lleva ya el Duende en el cole.

Cuatro días de madrugones, nervios y mucha, muchísima expectación.

Puede que para todos los padres sea algo muy memorable el primer día que llevan a sus hijos al colegio. Yo, con la mano en el corazón puedo decir que para mi lo fue. Jamás olvidaré ese día con cada uno de los minutos vividos desde que a las ocho de la mañana desperté al Duende y me soltó un somnoliento....

No quiero ir al coleeeee

...Seguido del paseo desde casa hasta la escuela, luego cuando traspasó la puerta de entrada  y yo me quedé observándole desde fuera, muy atenta y aferrada a la valla como un velociraptor, viendo como se unía al grupo de niños que iban a ser sus compis de clase. 

No tenía intención de llorar. De verdad lo digo. Desde que hace más de dos años Daniel salió de su primer ingreso chungo (el que duró tres meses), algo en mi cambió. Me hice dura, me hice fuerte y aunque no me convertí en piedra de milagrito sí que esa extrema contención de mis sentimientos, provocó que mis conductos lagrimales se taponaran. 
Todo el que me conoce lo sabe, no suelo llorar y si lo hago nadie me ve.

Sin embargo, cuando vi como Daniel se quedaba a un lado de los grupillos que formaban sus compis y, además de no perder la sonrisa, me hacía gestos con el pulgar hacia arriba dándome a entender que todo estaba súper bien, algo dentro de mí se removió y entonces....lloré. (sí, delante de todas las madres y padres)

No fue porque Daniel POR FIN pudiera ir a la escuela, no fue que se soltara de mi mano para ir alegremente hacia su nuevo destino. No, no fue nada de eso. 
El motivo de mis lágrimas fue él, su actitud, su alegría. A Daniel no le importaba que ningún niño hablara con él ni le saludaran como hacían unos con otros, porque claro, esos niños no le conocían a él pero sí se conocían entre ellos porque, a fin de cuentas, llevan dos años juntos, dos años conviviendo día a día, dos años largos larguísimos...
Y ahí estaba mi pequeño guerrero, mi luchador incansable, mi vencedor... Ni intimidado, ni lloroso, ni comportándose como quizás correspondería para un niño que llega de nuevas a un colegio y lo apartan de sus papis de los que apenas se ha separado. Nada de eso...Daniel estaba sonriente y feliz animándome él a mi con su pulgar hacia arriba. 

¿Cómo no iba a llorar?
Joer, si es que me acuerdo ahora y se me inundan los ojos. 
Ni que decir tiene que estoy súper orgullosa de mi niño. 

En cuanto su profesora se lo llevó de la mano no pude quedarme mucho más. Tuve que irme corriendo a casa porque no me veía capaz de parar de llorar y además es que me apetecía hacerlo con sollozos, gemiditos y todo. 

Lo reconozco...aún en mi casa seguí llorando, desahogándome, dejándome llevar. Creo que llevaba tiempo necesitando liberar a la bestia insensible al dolor en la que me había convertido.

Cuatro horas después me tocó ir de vuelta a recogerlo.
¡¡Ha sido un día genial!!

Salió del cole emocionado por todos los amigos que había hecho. Eso sí, no se acordaba del nombre de ninguno igual que tampoco se acordaba de toooooodoooo lo que había hecho. 

Muchas cosas, mamá

Después de cuatro días ya vamos pillando el tranquillo. Todas las mañanas se levanta perezosete pero enseguida se espabila. Cuando llegamos a la entrada siempre se despide de mi a la carrera para ir con sus nuevos amigos y cuando sale viene súper sonriente y yo me vuelvo loca haciéndole preguntas para saber todo lo que ha hecho en ese tiempo que ya es sólo suyo. 

En estos cuatro días ya estoy aprendiendo a sacarle información porque los primeros me costaba un montón. Me he dado cuenta que tengo que hacerle preguntas muy concretas porque si generalizo en plan..¿Cómo ha ido el cole? El siempre suelta un bien y punto. Y si le pregunto: ¿Qué has hecho hoy? O te dice que no se acuerda o que muchas cosas. Así que hay que ir poco a poco...¿Qué ha sido lo más divertido que has hecho? ¿Has aprendido una letra nueva? ¿Te ha tocado hablar en clase?....

La verdad es que este es un mundo totalmente diferente al que yo estaba acostumbrada. Un mundo guay, por supuesto.  Pero un mundo en el que estoy aprendiendo a moverme. 

No obstante tengo mucha suerte porque en el cole se han volcado con Daniel. Noto como se preocupan por él, como lo cuidan. Su profesora es una maravilla y además de ser un amor con mi hijo tiene mucha paciencia conmigo que soy una petarda que no para de hacer preguntas.

Puedo decir con la boca muy grande y con los ojos otra vez llorosos (madre mía, me estoy volviendo una pava) que me siento muy muy afortunada. Por mucho que a mi también me cueste madrugar, que no tenga ni idea de qué ropa ponerle a mi hijo para que ni se hiele ni se achicharre a lo largo del día y que me haya costado la vida encontrar los libros porque NO LOS RESERVÉ.

En fin...que me siento arropada, me siento querida y encima tengo un niño super fabuloso.  ¡¡No puedo pedir más!!

Y ya termino, quería contar cómo han sido estos cuatro días y creo que he cumplido....ahora me tengo que ir que la semana que viene es el cumple del peque y estoy muuuuuyyyyyy liada preparando el fiestón. 

FELIZ DÍA

7 comentarios :

  1. Enhorabuena por todo!a veces entro a leerte, a veces no puedo leer las entradas porque me emociono y venga de llorar y de sufrir.
    Hoy entré y me he encontrado con tantas buenas noticias :)
    Te felicito por ser como eres y por el niño que tienes...sin palabras
    Te aseguro que el lunes cuando lleve a mi niña al cole me acordaré de vosotros, seguro

    Besos
    Diana

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  2. Ay Carola, te leo y te entiendo tan bien. Ser normal, hacer lo que todos hacen, enfadarse por lo que todos se enfada es algo a lo que muchos, no le dan el valor que verdaderamente tiene. Yo lo hago porque tuve que aprender que todo eso era un lujo, como tu, me gustaría que leyeras esto, si puedes http://mermeladadeamor.blogspot.com.es/2009/04/el-mejor-regalo-de-cumpleanos.html
    Yo también me quedaba pegada a la verja, pero no lloraba porque esta enferme dada todo lo cambia y no siempre para bien.
    No habían pasado ni 15 días del diagnóstico de mi duende cuando escribí esto http://mermeladadeamor.blogspot.com.es/2008/12/yo-no-saldr-de-esta.html
    Y así es.
    Que sepas que me alegro mucho de que Tarapún haga amigos y que te seguiré leyendo

    Lou

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  3. Yo también debo ser una pava, porque ya ves...leyendote también han asomado unas lagrimillas a mi ojos, y es que como muchas otras veces, siento que el Duende es un poco mío y me siento muy orgullosa de él, y también me alegra ver que no es a mí a la única que le cuesta que el peque le cuente que tal su día de clase.

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  4. Hermoso post.. lindo ver que el duende tiene esa actitud y se está adaptando a la escuela..
    Llorar es curativo, está bueno dejar salir un poco de lagrimas para aflojar todo lo que han tenido que pasar.. ahora ya vendrán tiempos de muchas sonrisas...
    gran abrazo.

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  5. Cuando leí esta entrada iba camino del trabajo en el bus y se me iban cayendo las lagrimas. Madre mia, cuanto habéis pasado para llegar hasta aquí. Me encanta la vida de niño normal de Daniel, me encanta ver lo maravilloso que es... Definitivamente está hecho de otra pasta.
    Os mereceis todo lo bueno, aprended juntos y sobretodo disfrutad juntos de todo esto.
    Un besote enorme familia de guaposos!

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  6. ¡¡Olé por ese campeón!! Y olé por tí. Qué alegría. Tienes un hijo que es un tesorazo.
    Besos.

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Gracias por tus blablablas